Seamos sinceros, vivimos en un país, (o posiblemente sean todos los países, no lo sé) que «pendulea» de un extremo a otro en prácticamente cualquier cuestión. Si nos paramos a pensar, hemos pasado de «qué es eso de la innovación educativa… y a mi qué me importa si no soy profe» al inmenso maremagnum de congresos, jornadas, encuentros, masters, etc. que podemos encontrar a lo largo de la geografía española.
De igual modo que hay esta oscilación entre las posiciones más desinteresadas hasta aquellas que muestran auténtica pasión por el tema, también encontramos posturas, igual de distantes, dentro de cada uno de los temas de innovación educativa. Es posible que haya un poco de bluf, otro poco de figureo y un poco más de humo… pero eso no quita valor al tema del que se habla en cuanto a la innovación educativa (término que, por cierto, deberíamos desterrar ya y empezar a utilizar otras palabras más adecuadas). Realizar dinámicas de aprendizaje activo como los proyectos, aventurarse a ir más lejos con los retos, el uso de tecnología multitáctil y creativa por el alumnado o incluso cambiar un centro usado Design Thinking no debería tacharse de postureo, siempre que se intente hacer bien y no vender irrealidades.
La más terrible y preocupante confrontación es aquella ligada a la metodología. Más que ninguna otra… Y por desgracia dentro del mundo docente tenemos a gente (menos de la que aparentan por ruido mediático que consiguen y más de la deseada, por desgracia) que desprecia todo tipo de metodología que no sea la instrucción directa y la repetición extenuante, y evidencia una animadversión patológica hacia las metodología activas, acusándolas de modernismo vacuo. Para ello se parapetan en estudios que dicen que el alumnado aprende mejor cuando recibe una instrucción directa y repetición constante. Es evidente, que cuando se realiza una repetición continua, uno consigue acercarse al «espertize» que denominan los americanos. Y decir eso, es contar la historia a medias… porque evidencia una faltas de conocimientos en cuanto a lo que hay que perseguir tanto en contenidos como en procedimientos y actitudes… el qué es importante, pero el cómo y el porqué lo son tanto o más.
Y no es menos cierto que esa especialización no debe darse en las edades tempranas y anteriores a un trabajo universitario, ni siquiera tiene porqué… y que obviar el papel de la emoción es desconocer los entresijos del cerebro y sobretodo es que, como siempre, todo depende de lo que entiendas por aprender.
Si para ti, aprender es relatar memorísticamente algo que… te lo puedo asegurar, olvidarás en un 50% dentro de 15 días (demostrado), para aprobar un examen escrito… entonces estás en la esquina contraria a lo que yo entiendo por aprender.
Y lo mismo sucede con cuestiones menos filosóficas como el uso de tecnología en el aula, lo cual ha dado para mucho gasto público (exagerado) y muy poco resultado real. Pero más allá de discutir (de nuevo) cómo la administración intenta quedarse con todo el pastel para vender sus ocurrencias (y luego nos quejamos de la empresa privada…!!!) deberíamos hablar del cómo se está usando dicha tecnología en las aulas, quienes son los agentes que mejor lo están haciendo y cómo podemos replicar (dentro de un orden) los casos de éxito… entendiendo éxito como algo más profundo que las publicaciones en la administración, la visita del consejero de turno o las intervenciones en congresos varios.
Algunas de las cosas que me dejan con un sabor realmente agrio, por las formas principalmente, es la sensación de que muchas de las personas (autodenominadas) «expertas», aunque no lo son de tecnología ni en metodología, opinan tan mal de la tecnología del aula, la demoniza, se parapeta detrás de estudios para rebajar su potencialidad, lo que realmente es triste y bastante ignorante cuando no hablan realmente de tecnología… sino del mal uso de la tecnología.
Puedo entender que se tenga una postura contraria a su uso, hasta puedo entender que se tenga una posición filosófica concreta con respecto a ella. Lo que ya no me parece aceptable es el hecho de que sesgadamente se utilice parte de estudios para darse a uno mismo la razón. Es más, ciertos “expertos” deciden atacar a la empresas tecnológicas de los males de la educación como si estuviesen mintiendo o descaradamente utilizando la educación para sus «perversos» fines.
A partir de ahora, ya sé que podré denunciar a Wilkinson y Gillette porque algunas personas utilizan sus cuchillas para autoinfringirse daños físicos. O también denunciar a cualquier empresa de lápices o incluso de máquinas de escribir como culpables de que haya auténticos animales utilizando esos engendros demoníacos para escribir insultos o amenazas por doquier. Porque ya sabemos que el culpable es el instrumento, en este caso la tecnología, y no el mal uso que hagamos de ella dentro y fuera el aula. Y eso lo están haciendo algunos y algunas “expertas” con alguna que otra empresa tecnológicas de la que, además, no tienen ni la más absoluta idea de cómo funcionan n i lo que persiguen ni lo que ofrecen.
Por poner un ejemplo, baste leerse el libro: “Elements os learning” publicado por Apple y disponible gratuitamente en Apple Books. Dicha reflexión y puesta en escena de lo realmente importante utilizando (o no) tecnología no la he visto en ninguna consejería de educación de España… NINGUNA (y están muy muy lejos de llegar a algo similar).
Estoy pensando concretamente en la «experta» que utiliza parcialmente un estudio pediátrico en el que se concluye que los niños mayores de 5 años no deberían usar pantallas más de dos horas al día. Aunque personalmente pueda considerarlo una cantidad a considerar… lo que realmente me preocupa es la mala intención de usar esa cantidad por parte de la «experta«. El estudio afirma que no debería rebasarse esa cantidad para el uso «recreativo» de dispositivos (importante matiz)… no para el educativo. Y ahí es donde vuelve a aparecer la metodología… y desde luego el buen uso de la tecnología, que lo hay y en multitud de ejemplos.
Y para poner un poco de luz sobre el asunto en cuestión y dejar algo más claro que el tema no se arregla con prohibiciones, sino con consejos (y mucho sentido común), podemos leer las consideraciones que aparecen reflejadas en el artículo del Journal of Pediatrics Health Care.
Demonizar el uso de la tecnología en el aula es tan peligroso como hacerlo con la metodología. Y hacerlo a sabiendas de que nos guardamos información relevante es, además, una practica engañosa y fraudulenta.
Creo que es momento de que los docentes que hacemos uso de metodología y tecnología en el aula demos un paso al frente y no permitamos que esto siga sucediendo. Ni tampoco quedar callados ante el uso interesado de los fondos de la administración de una forma tan penosa. Del mismo modo que debemos mostrar la luz las buenas prácticas del uso de la tecnología junto a modelos metodológicos que permiten crecer al alumnado. De no hacerlo, este movimiento que mete en el mismo saco todo elemento tecnológico y toda praxis se comerán los avances que tanto han costado conseguir.