Pues no sé vosotros, pero yo no tengo ni idea de cual es, es más, cada día tengo más claro que los que mandan tienen menos idea de cuál es el objetivo REAL de la educación. O eso o hay otras cosas que importan más, como los réditos políticos y mediáticos, como los acuerdos entre partidos para meter en el saco otras cuestiones, podría decirse que la educación es moneda de cambio para hacer cuadrar las cuentas o para poder trocar por otros elementos que consideran más importantes a nivel político.
Luego ya nos venderán la moto de lo fantástico que es todo… aunque no cambie nada.
Últimamente vuelve a hablarse de una posible ley de educación, la enésima que lo cambiará todo, lo mejorará radicalmente, será la panacea de todos los implicados, ese «El Dorado» que todos buscamos… o sea más humo para seguir como siempre y donde los implicados en el aula seguimos sin estar ni se quiere que estemos. Baste el ejemplo del evento hipermediatizado de #YoSoyProfe del ministerio… mejor no entremos en él.
Para empezar, en estos globos sonda que se están lanzando sobre la educación existen ciertos elementos que no están siendo debatidos y que determinan más que ningún otro qué es y cómo se hace en las aulas: El uso de los estándares, o mejor dicho su ausencia en la discusión quizás porque los que hablan de ellos no los usan ni han usado en decenios en sus aulas… si alguna vez han tenido una. El modo de enseñar tampoco está en el panorama legislativo… como mucho algunas palabritas, algunas frases bien hechas… pero sigue sin ser elemento troncal, la financiación de los centros, el papel de los docentes «pro-activos» en una supuesta bolsa destinada a la parte de prácticas de los futuros «MIR educativos», la situación de los docentes que no están dispuestos a utilizar los libros de texto (aunque ya hay políticos como la actual ex-presidenta de Andalucía que cada vez que habla sube el pan, metiendo los libros de texto en infantil… ) mientras se reduce el dinero que llega a las aulas y a sus docentes para adquirir material para contratar servicios o directamente se les deniega.
Ya sabemos que el hecho de utilizar una tecnología es una competencia que se ha quedado la administración para seguir vendiendo humo a enormes cantidades de dinero, campañas mediáticas que no pasan ni una mínima auditoría educativa.
No contentos con esto, los recursos a los centros están bajo mínimos y la posibilidad de adquirir tecnología propia es prácticamente nula, como lo es el hecho de cambiar un centro: casi diría que antes necesitamos una alineación de los ocho planetas del sistema solar… y que venga de un apoyo institucional ya es pedir demasiado.
De forma que o bien pasas por el aro y eres parte de los números que la consellería vende por doquier o te buscas la vida… y eso es muy complicado.
Y en este panorama seguimos sin hablar del que sería el verdadero centro de discusión: cómo aprende el niño y qué podemos hacer para que aprenda mejor. Seguimos hablando de evaluación, de calificaciones, de becas computables, de áreas que deberían o no estar en el horario como si eso cambiase cómo aprende día a día un pequeño en nuestras aulas, de poderes fácticos o de luchas internas pero por ninguna parte… aparece ese pequeño ser, sigue siendo lo último de lo que hablamos.
Hace algunos meses leí unas frases que me hicieron reflexionar, aunque nada nuevo bajo el sol sí que ponían el foco en aquello que tantas veces se comenta entre docentes que no estamos de acuerdo con la forma que está tomando la educación y en lo que la hemos convertido.
Básicamente viene a decir que estamos entrenando al alumnado a pasar por el rodillo del sistema, un sistema que se mide por horas, contenidos descontextualizados y estándares a conseguir y eso, en el mejor de los casos, produce personas que entrenan esos estándares, así que los hacemos expertos en ellos… y los estándares evidencian qué se jerarquiza.
Y lo que menos preocupa es la curiosidad… y si no existe curiosidad, es IMPOSIBLE que aparezcan cuestiones más complejas como el desarrollo del pensamiento lateral o, incluso más allá, la creatividad. Y por eso el alumnado deja de hacer preguntas con el paso del tiempo, deja de interesarse, de participar y emocionarse (o por lo menos lo continúan haciendo muy pocos, los que sobreviven a este paso).
Y por ellos estamos convirtiendo al alumnado en expertos en pasar por el sistema, no en aprender, no en hacer preguntas, no en CREAR, no en INTENTARLO y EQUIVOCARSE y no en CUESTIONARSE a si mismo ni a los demás, exclusivamente en «pasar por el sistema»… y es uno de los errores más grandes que tenemos en los sistemas educativos y que no parece que le pongamos muchos peros.
Así que la ley (la vieja y la nueva, que poca diferencia hay dentro del aula) podrá reflejar tal o cual asignatura, tal o cual carga horaria y tal o cual afinidad de área pero seguirá siendo la misma baraja con los mismos palos: número de horas por número de profes por número de asignaturas y las diferentes administraciones intentando saca tajadas mediática.
Y de ahí no salimos.