Hace unas cuantas semanas que no escribo en el blog. El trabajo (ese del profe metido en mil fregados) ha sido voluminoso esta temporada… *nota para procrastinar: aprender a decir que no a algunas cosas. Y he dejado algo abandonado el blog. También me ha servido para ver algunos acontecimientos que han pasado estos días y recapacitar sobre ellos. Y hoy ponemos en el tapete uno en concreto.
Tengo que admitir que hay ciertas situaciones que me pueden, me sobrepasan y no acabo de encontrar la forma de gestionarlas bien. Tengo buenos colegas que me aconsejan que en las redes sociales no entre al trapo fácilmente, me cuesta no hacerlo… no me gusta «el que calla, otorga» pero es cierto que en ocasiones es mejor pasar de discutir que discutir con algunas personas. Dicho de otro modo… si no te va a aportar algo, no sigas.
En este país somos muy de extremos: en el momento en que dices algo positivo de un «bando», absolutamente estás en contra del otro. Y lo mismo sucede con las críticas, si realizas una a algo o alguien en concreto, eres, de inmediato, enemigo del mismo.
Si a eso le sumas que a las instituciones públicas, las que se gastan enormes cantidades de dinero en proyectos educativos sin referencia pedagógica alguna o creando Frankensteins -monstruos tecnológicos que después no se pueden parar pase lo que pase-, tienen por derecho exigir que te sumes a sus propuestas o estás en el bando contrario, te puedes encontrar con que a ciertas personas no sólo no le gusta lo que cuentas, sino que no quieren que tengamos otra visión u otras ideas alternativas que poner sobre la mesa.
Y si la tercera pata de la mesa es nuestra propia falta de autocrítica como docentes, el resultado es un desaguisado enorme.
Estas semanas he oído de todo, a raíz de ciertas discusiones en la red sobre el papel de los docentes y propuestas (burradas diría) de la administración educativa. No voy a entrar en ellas pero sí que me resulta evidente que para muchos, el cambio de paradigma educativo es más un folletín que una necesidad, que la autonomía de centros es más una parafernalia que un hecho necesario para crear nuestro propio ecosistema curricular, y que el docente es inocente de todo cuanto no se hace (al igual que las administraciones y direcciones de instituciones).
Y todo esto sería inocuo si no fuese porque algunos intentan (intentamos) levantar la cabeza por encima de ese lago que nos ahoga. Algunos lo hacen a través de proyectos de aula, otros a través de la formación y los terceros porque «filosofean» sobre la situación actual y las necesarias pautas a seguir para cambiarlo.
Y, curiosamente, los tres grupos acaban llevando más palos que palmadas en la espalda. A la administración no le gusta en absoluto que un centro educativo reciba reconocimiento u obtenga prestigio a pesar de no seguir los dictámenes oficiales en diferentes proyectos verticales diseñados en las consejerías de educación.
Tampoco es muy feliz la administración con los «docentes de vanguardia” que critican los diferentes programas tecnológicos y pedagógicos proponiendo alternativas. Y no digamos si además imparten conferencias y hacen saber de esto a otros docentes promulgando una autonomía real que emancipe al profesorado de la visión de la administración y los convierta en verdaderos docentes y centros autónomos. Entonces estás abocado a la «zona gris«.
Pero no es únicamente la administración la que pega esos palos, sino los propios docentes. Los palos más intransigentes siempre han venido de tus iguales. Y es entonces cuando te das cuenta de que muchas de las críticas que recibes no ofrecen opciones ni elecciones. Es la crítica con alternativa al sistema la que más les duele. La crítica al profesorado que sigue trabajando como hace un siglo y que se niega a verlo y actuar en consonancia utilizando nuevos elementos metodológicos, incorporar conocimientos profundos y necesarios como la neurodidáctica o el uso de mindfulness o coaching en los centros. Y la crítica a la administración -generando tu propio centro autónomo a pesar del sistema- que sigue trabajando para ella misma gastándose toda financiación posible y, de paso, dejando sin recursos propios a los centros para generar sus propias dinámicas.
El levantar la cabeza ha sido siempre un problema en esta educación que persigue más «el mismo rasero para todos» que en aprender de los que sobresalen. Y curiosamente sobresalen más los que crean sus propias dinámicas, los que generan su propia filosofía y los que promueven una verdadera emancipación del centro. Pero entonces las administraciones se entornan hacia los docentes, centros y filosofías que vayan de su mano aunque éstas sean caducas, pobres o no generen ningún cambio sustancial.
Las líneas rojas de la administración, las que ella misma se crea hacia los disidentes con alternativas reales que dejan a un lado para palmear a los que convenientemente aplauden los proyectos institucionales, son las mismas lineas que se generan en los centros cuando no se crean dinámicas de cambio en los mismos… cuando el «siempre se ha hecho así» y se hace igual para no cambiar nada.
Al docente que produce un cambio de estatus en las relaciones con las familias, con el currículo, con la metodología o tecnología no se le ha apoyado ni se le apoya desde el centro o desde la administración. Es más fácil acomodarse, trabajar siempre en la misma línea, no cuestionarse a uno mismo, ni cuestionar a otros y, desde luego, nunca promover cambios y alternativas arriesgadas. Eso sería discutir el sistema. Nuestro átomo-sistema para con nosotros mismos, el micro-sistema del centro educativo o el macro sistema educativo y la relación con las instituciones en si.
Aunque hay que decir que existen pequeños brotes que me gustaría poder ver replicados y agrandados.
ANDALUCÍA
En Andalucía los docentes de centros públicos pueden solicitar ir 3 días a otros centros educativos para poder observar como enseñan -de poco sirve si no se le permite utilizar otros medios y conseguir financiación-
CATALUÑA
En Cataluña (si todavía permanece activo) permiten a equipos directivos poder incorporar directamente a un 20% de su plantilla –de poco sirve si no puedes generar movimientos que requieren diferentes profesionales–
COMUNIDAD VALENCIANA
Los Centros disponen de un margen a la hora de realizar parte de su formación contratando directamente a las persona que consideren –de poco sirve si no puedes trabajar sobre cambios reales no diseñados en la Consejería–
PAIS VASCO
En Euskadi los centros reciben una financiación mucho más alta respecto a otros lugares de España para tecnología –de poco sirve si no puedes incorporar elementos tecnológicos diferentes al de la administración–
Y es que, al final, un docente no puede trabajar realizando cambios significativos en su día a día si no se crea con sus iguales una masa crítica que lo propicie, el modelo isla no funciona. Ni tampoco puede generar un centro diferente si la administración no le otorga el papel autosuficiente indispensable tanto a nivel de recursos humanos como materiales y de financiación. Ni tampoco un sistema que enseñe diferente si no podemos modificar horarios, espacios o áreas académicas incluyendo innovaciones reales, dejándonos salir y coger aire de esta ley que se sustenta en una «posible» autonomía de centros que, curiosamente, nunca se ha llegado a desplegar.
Así que sería bueno que tanto las administraciones como los docentes dejasen de crucificar al docente y centro que propone alternativas reales, el que saca la cabeza, el que es llamado a conferencias o el que muestra con su trabajo otra forma de ver las realidades curriculares. En cambio, debería recibir más ayuda y soporte hoy, seguro que sería mucho más provechoso y, así, ayudarles a crear el cambio y de paso, todos ganaríamos más.
La idea debe pasar de «entra en el aula y cállate«, a ser «sal del aula y cuéntanos para poder mejorar«.
¿Pasará algún día?