Todos sabemos que esto de la educación no se arregla escogiendo una única cuestión y poniéndola en tela de juicio. Dicho dentro modo, son tantas y diferentes variables que entran en juego que sería infantil pensar que arreglamos algo modificando simplemente una de ellas.
Por poner un claro ejemplo. Esto mismo es lo que sucede cuando hablamos de las matemáticas, concretamente de los resultados de competencia matemática en las pruebas PISA. Ahí hemos tocado hueso porque ninguno político, repito “ningún político”, quiere sacar malos resultados en dichas pruebas aunque por lo bajo te digan que no creen en ellas ni en la repercusión que dichas pruebas tienen en el buen hacer de los pequeños. Es más, seguimos con un paripé de evaluación diagnóstica que, en principio, podría dar información sobre cómo está el sistema educativo y se ajusta a la realidad de las aulas, pero ni para eso sirve porque ni se estudia a ese nivel ni se realizan acciones posteriores en esa linea.
Y es exactamente en esa linea en la que habría que pensar sobre los elementos a modificar en cuanto a la visión de la tecnología educativa desde la formación inicial. Y es urgente que lo hagamos.
Tengo la grandísima suerte de haber conocido a algún y alguna profesora de universidad con la que comparto filosofía en este punto pero, sinceramente, no son la mayoría ni de lejos. Hace una semana exactamente, estuve impartiendo una formación en un centro educativo para docentes de varios centros y entre los compañeros se encontraban dos “futuros docentes” que pidieron estar presentes en la sesión. Por supuesto así fue, y es un halago que quieran estar con nosotros.
En un momento de la formación en la que varios de los docentes estaban intentando realizar una pequeña tarea, les pregunté sobre las acciones que estaban realizando en la facultad (no voy a decir cual, pero viviendo en la provincia de Pontevedra las opciones no son muchas) sobre esta temática o que incluyesen tecnología.
La sorpresa fue mayúscula cuando me contaron que, durante el primer curso, el docente de la asignatura de tecnología utilizó un mes (UN MES!!) para mostrar cómo se puede guardar una presentación “Powerpoint». Y durante el segundo curso, el alumnado de la especialidad de música se paso todo el curso (TODO EL CURSO!!) pasando una partitura de formato papel a formato digital utilizando la aplicación de escritura musical digital “Encore», herramienta que dista mucho de ser necesaria en las aulas por parte del alumnado.
Tenemos un serio problema si la formación en tecnología educativa y los usos de la misma en el aula son, a día de hoy, estos.
Por suerte, además de los docentes que intentan pensar en las verdaderas necesidades actuales y futuras del profesorado y su alumnado, están entrando (con cuenta gotas, por desgracia) otros compañeros y compañeras de primaria y secundaria a impartir en diferentes universidades áreas relacionadas con la tecnología educativa. Porque si algo no podemos permitirnos es que los nuevos docentes salgan igual o peor que nosotros 25 años después.
Proyecto de futuro
Quizás, en ese sentido, se hace especialmente necesario un contexto y un programa que tengan una serie de puntos a desarrollar:
Un equipo de líderes y mentores a partes iguales entre universidad y centros educativos.
Un programa de colaboración entre docentes universitarios y docentes de vanguardia en las aulas (y no!!… no con la administración de por medio designando quienes deben ser, porque esa decisión se hará en base a los proyectos que a la administración le interese hacer valer, no a ideas de valor o a proyectado aula de valor, y ya sabemos que ambas cosas no confluyen por desgracia). Docentes que estén a la vanguardia… a pesar de las circunstancias y de la administración.
Un tiempo de evaluación continua que implique financiación para desarrollar programas tecnológicos y metodologías avanzadas. Sólo así podremos introducir cuestiones que permitan elaborar estudios de campo serios.
Introducir elementos innovadores curriculares como la filosofía STEAM que hagan generar valor en todas las áreas e implique un proceso de aprendizaje-enseñanza completamente transversal.
La participación de la inspección tanto en su propia formación (ESENCIAL) como en la elaboración de propuestas de futuro.
Un sistema de germinación-replicación en otros centros que se unan a un programa de uso metodológico de la tecnología en las aulas con las mismas condiciones.
Ahora, cambiad el elemento tecnológico en educación por aquel que queráis realmente modificar: coaching, liderazgo, autonomía de centros, mentorización, mentalidad de crecimiento, orientación, cambio real en la enseñanza de las matemáticas…
Pero todo esto será imposible si no existe una conversación horizontal de igual a igual entre universidad y docentes en activo de referencia. Podemos generar un movimiento que tenga tanto un resultado real en las aulas de los centros educativos de infantil, primaria y secundaria como en las universidades y, por ende, en los futuros docentes.