Cuando planteaba escribir esta entrada sobre innovación educativa, no tenía muy claro qué palabras poner negro sobre blanco, sé muy bien a quien dirigírselo y cual mi objetivo final.
Tengo la sensación de que son demasiadas cosas las que quiero contar y personas a las que me gustaría contárselas -y a otras tirarles de las orejas por este tema y gastar auténticas barbaridades de dinero- pero al mismo tiempo no quiero ser la cabeza de turco por tocar donde duele.
En cualquier caso, tengo tristemente claro que en nuestra escuela adolecemos de excesos de proyectos de enormes cantidades y falta de elementos clave para tomar esas decisiones.
Pero ¿qué elementos clave serían necesario para poder hablar de innovación educativa? Siempre que escribo estas dos palabras juntas recuerdo a unos buenos colegas del departamento de innovación en el CAFI, trabajando duramente para cambiar las cosas en una parcela como la formación docente -cuando desde arriba se les hace el mínimo caso, trabajar sobre esta parcela de forma aislada tiene muy poco recorrido-. Si no existe ósmosis entre las áreas relacionadas con la innovación educativa y el resto de elementos necesarios, su alcance es muy reducido.
Pero ¿cuáles son los elementos necesarios para llevar acabo un movimiento de innovación que tenga en cuenta todas las variables?
Podríamos leer mucha literatura, pero hace unos meses cayó en mis manos un libro digital titulado «Los ocho elementos del éxito» sencillo de leer (en inglés) y excelente compendio de las variables a tener en cuenta cuando desarrollamos un proyecto de innovación.
En la imagen ya podéis observar qué elementos entran a jugar. Creo, personalmente, que es un buen compendio y una forma muy real y efectiva de afrontar esta temática.
Me gustaría que pensásemos en cada uno de los proyectos que nuestra institución o administración pública ha llevado a cabo. ¿Somos capaces de discernir en cada uno de ellos estos elementos?
El primero de ellos, la visión, se perfila como el primer indicador de lo que perseguimos. Nuestra visión pedagógica -ESENCIAL!-, nuestra filosófica de qué entendemos por APRENDER para poder hablar de educar, qué metodologías entrarán a ser las utilizadas dependen de qué vemos como futuro, qué pretendemos que consiga nuestro alumnado decidirá el resto de elementos de la ecuación. El resultado de su ausencia: una falta de liderazgo pedagógico, metodológico, tecnológico, en definitiva, educativo.
Pero no confundamos, ser líder tiene mucho más sque ver con ser mentor que con ser jefe.
Lo mismo sucede cuando no se tiene en cuenta a la comunidad, el segundo elemento. Evidentemente no todos los miembros de la comunidad tienen el mismo peso ni el mismo bagaje -por mucho que nos digan que todos los docentes saben y hacen los mismo, no es cierto- pero existen personas, movimientos y tendencias presentes en la comunidad que las personas que deciden los proyectos acaban ninguneando, directamente porque el movimiento vertical jerárquico sólo atiende a aquellos que se alinean con las jerarquía superiores. Y eso es un enorme error porque produce resistencia.
El equipo: Nuestro sistema no contempla contar con líderes. Tener líderes significa que:
- o bien pueden discutir nuestras decisiones con lo que nuestro equipo debe ser de personas de alta capacitación, muy formadas en diferentes campos -multidisciplinar sería lo idóneo- y en los que se puede reconducir cada elemento para adecuarlo a la visión y los objetivos del mismo.
- dicen amén a lo que se plantea y sólo son los recursos humanos a los que les queda poco más que desgranar en pequeñas partes las órdenes recibidas desde arriba.
Cuando sucede lo primero tienes un equipo altamente competente en diferentes campos, tecnología, metodología, inteligencias múltiples, psicología, neuroaprendizaje, recursos humanos, …
Cuando sucede lo segundo (mucho más habitual) puede que tengas a personas que concuerden con tu idea inicial, sea buena o mala, pero resulta muy poco enriquecedor para el proyecto y como resultado tendrás un proyecto pobre.
La calidad de los recursos humanos y el papel que se le permite tener cuando estos son personas de alta cualificación, referencia en sus campos y docentes de vanguardia resultan determinantes para la calidad del proyecto. No contar con ese equipo ni objetivos para ellos, con sus rutas de trabajo y objetivos a corto, medio y largo plazo puede hacer sentir muy fácilmente confusión.
La sostenibilidad financiera. Todo lo anterior no tiene sentido si para adecuar esta innovación, no tenemos en cuenta las necesidades financieras a las que tendremos que hacer frente.
Si hemos realizado bien todos los puntos anteriores y queremos, de verdad, una innovación real en nuestras aulas, llegados a este punto, la cuestión económica será como mínimo real, tanto a nivel tecnológico como de recursos humanos. De no tenerlo en cuenta el proyecto se vuelve insostenible desde cualquier óptica.
En todo proceso de transformación es necesario que exista un adecuado aprendizaje del profesional docente para que pueda «subirse al carro«, pero dicha formación desconectada de la realidad docente del aula, inconexa con una verdadera revolución y que tiene como filosofía centrarse en el rol del docente en vez del rol que pretendemos que juegue el alumno en su propio aprendizaje es una formación «de cacharreo«, falto del acercamiento metodológico innovador.
La formación centrada en el aspecto técnico genera una diferencia nula en un proyecto de innovación, es más, aparece la tan poco deseada ansiedad a la que podemos someter al profesional que se ve inundado de elementos que le superan.
Y esto sucede también cuando se tensa demasiado la cuerda, cuando quemamos a los buenos profesionales que están dándolo todo, o dejando morir a los que realmente generan un cambio real, sin aportarles un merecido valor a su persona ya a su trabajo. No, desde luego en recursos humanos es donde menos debería darse el “café para todos”.
Curiosamente, en prácticamente todas las innovaciones generadas por la administración hay una cuestión que prácticamente nunca se tiene en cuenta, y es el diseño del entorno. como mucho se pone encima de la mesa cuestiones técnicas (importantes eso si) como el acceso ala Red, pero es a día de hoy donde todavía se prima la conectividad por cabe, en un mundo dominado por el uso de dispositivos digitales permanentemente conectados a Internet. Pero la transformación del entorno va mucho más lejos.
Desde la concepción de los centros educativos de manera actualizada: espacios abiertos, multifuncionales, transparentes, ambientales…
Y un mobiliario que no sea prácticamente el mismo que se utiliza desde hace 30 años, un mobiliario cómodo para la lectura, funcional para el trabajo en equipo, facilitador para el desarrollo de la alfabetización audiovisual…
El entorno tecnológico tambén exige unas condicioens ocmo el acceso a servidores seguros y próximos en los propios centros para facilitar el acceso a recursos, la posiblidad de trabajo en remoto para los docentes, las posibles necesidades de plataformas -que ni se plantean en la administración- para subir contendos audioviaules a plataformas modernas y sencillas de utlizar por el docente… y no, Drupal ni es la major alternativa ni la más capaz.
Pero también ambientes, tecnologías y mobiliario que permitan ser porosos a lo que sucede fuera de nuestros muros escolares, muros en los que nos recluímos pensando que lo que hacemos dentro es esencialmente lo que se necesita fuera… aunque ninguno de los administradores que toman las decisiones hayan nunca trabajado en dicha realidad. En definitiva, espacios que permitan a la sociedad entrar… empezando por las familias.
La frustración hará acto de presencia tan pronto como el aspecto técnico no funcione, la wifi no vaya fluida, los equipos se caigan, no puedan instalarse elementos de valor, el mobiliario no cumpla con los objetivos o las salas de trabajo se conviertan en un horno o en un congelador.
En sexto lugar, tenemos que ser capaces de medir qué pasa cuando incorporamos un proyecto a la realidad docente. El hecho de hacerlo primero en pequeña escala, de dotar de herramientas de evaluación de los nuevos elementos y que dicha evaluación sea tendida en cuenta para recalibrar, y si es necesario parar, el proyecto.
¿Cómo beneficia el nuevo proyecto en el aprendizaje del alumnado? si no tenemos definido filosóficamente qué queremos que aprendan, qué es importante o básico para sus vidas, todo lo demás no tiene sentido. Poco importa meter hardware en las escuelas si no creemos que la creatividad es importante, que el desarrollo de la persona necesita de arte, de trabajo colaborativo, etc, que la competencia digital es mucho más que utilizar un ordenador para hacer procesamiento de textos o actividades de cálculo. El aprendizaje y lo que entendemos por aprender es la base de todo.
Evaluar su impacto con nuevas formas y visiones ante el nuevo paradigma es obligatorio. Si queremos medir lo de siempre con nuevos elementos, tendremos como resultado un disparate. Si pretendemos que los estándares, la memoria, el cálculo mecánico sea lo imperante, no estamos valorando realmente lo que necesita nuestra sociedad ni ahora ni en el futuro.
¿El resultado? fracaso
Para terminar, quería agradecer a Josep Vicent Climent por la presentación que realizó en Amsterdam algunas de cuyas imágenes se muestran aquí mismo y que tan amablemente me ha facilitado para completar gráficamente esta entrada.