Que la educación tiene sus modas es evidente, en un primer momento fueron las “computer labs” o aulas de informática como las bautizamos por aquí. Posteriormente vinieron las PDI (Pantalla Digital Interactiva o “encerado digital” en nuestra jerga) como la panacea que resolvería los problemas de la educación, la frase no es mía… es de un profesor universitario famoso por promover la introducción masiva -y sin criterio, añadiría yo- de las PDI en las aulas.
Las modas actuales pasan por algunas recientes incorporaciones, de las que no vamos a discutir aq Neruda hay mucho que hablar de ellas, sobretodo de su incorporación a la educación:
- MOOC como formas de aprendizaje online asequible, masivo y personal, con una tasa de éxito, en general, por debajo del 10%.
- Coding o programación -que muchos quieren ver cómo el peldaño para tener más ingenieros en el futuro, así que lo que interesa es el aprendizaje de código y/o lenguajes de programación (válgame Dios!), la otra vertiente aboga por entenderlo como elemento innato en un sistema de aprendizaje por proyectos que necesita de ella para la creación de algunos elementos digitales o para la comprensión de conceptos complejos.
- Robótica, prima de la anterior y que, en algunos casos, tira de ella para su ejecución, en otros se utilizan robots simples para su uso en actividades más enfocadas a la interdisciplinariedad.
- Mobile learning o el uso de dispositivos digitales llenos de Apps. Lo triste de ciertas ópticas sobre m-learning es su adecuación a las formas clásicas de enseñanza: acceso a documentación, exámenes online, aulas virtuales. Muy triste viendo las posibilidades que permiten estos dispositivos que, además, pueden jugar el papel de concentrador para con las otras formulaciones.
Existen muchas más introducciones recientes en el sistema o, para ser justos, intentos de introducción, como la realidad virtual o la Impresion 3D etc. Estas incorporaciones pueden traer grandes beneficios a la educación de nuestro alumnado… o ser un auténtico desastre.
Vaya por delante que soy un enamorado de las Apps para dispositivos móviles y tablets. Las posibilidades que nos brindan, la conexión con prácticamente cualquier otro elemento tecnológico y la imaginación con la que los desarrolladores han creado soluciones tremendamente ingeniosas pone ante nosotros oportunidades de aprendizaje increíbles. Pero el caso es que, como siempre, esta ecuación no es un monomio tecnológico, ni siquiera de un binomio de tecnología y metodología. Esta es una ecuación en la que además de las dos anteriores cuestiones, hay que introducir la emoción. Ellas se deberían entrelazar y adaptar las unas a las otras y el éxito y potenciación de cada una depende del buen uso de las demás.
Pero, como siempre, las modas traen sus excesos. El exceso de “cuanto más cacharos, mejor”, el exceso de “compra primero y piensa después”, el de «no nos gusta, pero como nos los dan gratis…» o el peor de todos: «hasta que no los envíen desde arriba, no haremos nada» que es hermano del «café para todos».
En el uso de las Apps, y sobre todo en el abuso, culpa cae casi en exclusiva sobre nosotros, los docentes. Existe una tendencia a utilizar el dispositivo como replicador de actividades analógicas, esto es: marca, rellena, relaciona, completa… (os suena?) pero en formato digital. Incluso los libros digitales acaban siendo una mera réplica de contenidos vistos en formato papel: lee aquí, subraya allá, haz estos ejercicios y muy poco más -salvo honrosas excepciones realizadas por alguna editorial casi desconocida o los mismos docentes, pero entre las que no se encuentran NINGUNA de las plataformas públicas de libros digitales, repito NINGUNA, las cuales están haciendo un despilfarro absoluto de pésima calidad EDUCATIVA y un viaje hacia ninguna parte debido principalmente a que no han realizado en primer lugar las más importante de las preguntas: ¿qué pretendemos que aprendan y desarrollen las y los jóvenes de nuestras aulas?- ¿qué necesitarán en el futuro? ¿Qué podemos hacer ahora y qué papel jugamos nosotros, los contenidos, las metodología y el curriculum en todo esto? ¿No es necesario incorporar otros elementos más esenciales que la construcción de libros en las aulas como la resiliencia, la creatividad, el emprendimiento personal y grupal?
Pero ese es otro tema.
Como dice Howard Garder, debemos ir hacia la App-transcendence, utilizar las apps más allá de su inicial uso o diseño, deben ser los protagonistas del aula los que lideren un uso diferente en el que el papel como creador por parte del alumnado sea primordial. Eso nos obliga a pensar en cuál es el objetivo de educar, cuál es nuestro objetivo a la hora de ponerlos delante de la tecnología y cuál es el objetivos de la experiencia. Y esas cuestiones nos llevan a pensar en cómo actuamos con las tecnologías dentro del aula.
- Su papel en el tablero
Como digo en muchas ocasiones, debemos proponer a alumnado situaciones de aprendizaje en las que tienen que estar incómodos, debemos proponerles «acotaciones» como yo las denomino. Esas acotaciones son tanto tecnológicas como metodológcas e incluso actitudinales, premisas que queremos proponer para que el alumnado tenga que ir más allá de la réplica de información, más allá de la búsqueda de una nota, más allá de la presentación de documentos, más allá de la división en partes de un trabajo escolar.
- Hambriento
Nuestras acotaciones deberían perseguir el mantener al alumnado incómodo, en una constante resituación a nivel cognitivo y emocional en la que no encontrarse acomodado significa replantearse su papel de forma positiva, significativa, encontrándose con un desafío de conocimiento pero sobretodo de experiencias a vivir.
El «stay foolish» que tan famoso hizo Steve Jobs en una memoriable conferencia universitaria, esa actitud de no contentarse con lo que ya se es, con lo que ya se sabe o con lo que ya se aprende. No es una actitud que haya que desarrollar en una asignatura concreta o aplicar mediante inyección con la vacuna de los 12 años. Es papel del docente es ayudar a que cada una de las personas que se encuentran en el sistema educativo a mantenerse incómodo, hambriento de experiencias positivas de aprendizaje hacia adentro y hacia afuera.
- Más allá de su concepción
En ese contexto, el uso de las Apps no puede ser sólo el seguir la guía de uso para el que parece haber sido adquirida, es encontrar posibilidades más allá de la idea inicial, es introducirla en otras dinámicas, es sacarla de contexto para imaginarse otras posibilidades, es descubrir sus potencialidades.
El uso de las apps debe ir supeditado a este enfoque emocional-cognitivo-metodológico, siempre en entredicho por un sistema educativo en el que se prima la individualidad, un trabajo que persiga el objetivo común, un desarrollo que conlleva asumir riesgos, espacios de trabajo y difenciación de roles, pero sobretodo conlleva creer en el papel de los demás, en tu propio potencial, en la confianza, en la capacidad de aprender de nosotros mismos y de los demás, de aprender de los errores y de las situaciones, del impacto de conocimiento pero también del emocional, en el que todos somos partes necesarias y únicas de un desarrollo grupal en los que la interdependencia es un elemento positivo en sí mismo.
- Curiosidad
Sólo de esa forma puede tener cabida la curiosidad, el gran aliado y, al mismo tiempo, el gran olvidado en las aulas. O dicho de otro modo, la motivación externa e interna que reciban las niñas y niños a lo largo de tda su vida permitirá construir experiencias de aprendizaje dentro y fuera de las aulas donde la calificación perderá gran parte de su negativo efecto, porque el fin último será la construcción de proyectos que significan algo en las vidas de sus protagonistas y en alcanzar mayores retos. La curiosidad es muy frágil y conviene alimentarla, protegerla y respetarla, porque es única y diferente en cada uno de nosotros y el primer germen que necesitaremos para encontrar nuestro Elemento.
Las aplicaciones nos permiten, junto a otras posibilidades tecnológicas, CREAR, y si esa creación está en manos de los verdaderos protagonistas del proceso de aprendizaje, nos permite mostrar al mundo las enormes capacidades con las que cuentan las personas, en este mundo digitalizado y conectado en el que los lenguajes de expresión y comunicación nos llevan más lejos, más rápido y con mayor diversidad nuestro mensaje. Los dispositivos móviles y sus enormes potencialidades de conexión de las personas los convierten en perfectas máquinas de expresión. Si es que les damos la oportunidad de usarlos así.
- Comparte y conversa
Y esa explosión de oportunidades y lenguajes nos permite generar situaciones en la que la respuesta no es si el contenido generado es correcto o no, o si la exactitud gramatical es completa. Nos permite situaciones de conversación, discusión y expresión en el propio grupo y ese grupo, hoy en día, es tanto el que tenemos presente en nuestras aulas como el que está en nuestro mundo digital.
El intercambio de modos de expresarse, de formas de abordar un proyecto o un reto son esenciales para la negociación, para la discusión y para el enfrentamiento de posiciones y el aprendizaje psicológico. Las apps creativas y generadoras de proyectos nos permiten enfrentar al docente con las capacidades de creación del alumnado y ese feedback es enormemente rico.
Hoy en día existe una peligrosa corriente que basa su concepción de “educación” en un entrenamiento individual de ejercicios que, en algún caso puede ser bueno pero que estandarizado resulta de una forma de ver la educación en la que la interconexión, la interdependencia y la comunicación social del alumnado es casi inexistente. Escapemos de ellas, las apps de este tipo aíslan a nuestro alumnado, alienan su potencial para no compartir sus experiencias con sus iguales y basar todo el proceso en el “big data«.
- Conéctate
El alumnado de hoy en día utiliza enormes cantidades de tiempo para realizar tareas con tecnología, desde escuchar música, pasando por ver vídeos de famosos “youtubers” o jugar a las consolas o a complejos videojuegos en móviles de última generación.
Quizás deberíamos acercarnos un poco a los temas que les interesan a ellos, deberíamos conocer qué y cómo acceden a contenidos que les interesan. Y también deberíamos ser capaces de introducir otros elementos en nuestras aulas que les llenen casi tanto como esos otros que devoran con pasión.
Pero conectarse no es una necesidad y casi una obligación, de las nuevas generaciones. Aún no son mayoría el número de docentes que están conectados, aprendiendo unos de otros e intercambiando materiales de nuestra propia creación.
El mundo de las apps creativas, generadoras de productos en diferentes lenguajes y posibilitadas de conversaciones e interacciones son, muy posiblemente, las menores en cantidad dentro de las aulas, relegando los dispositivos a simples máquinas que sirven para hacer lo mismo de siempre.
Y se llevarán la culpa, las acusaremos vilmente de la falta de mejoras en el resultado de las (mismas) formas de evaluación para cualificar las (mismas) cuestiones. Es increíble las fantásticas apps que existen y que muchos usamos en las aulas para CREAR. Lo que no existe es una app del buen profesor, para eso no existe ni existirá nada más que creer qué tipo de educación debemos ayudar a desarrollar en nuestras chicas y chicos.
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