Es muy posible que nos agarremos a cuestiones que creemos importantes para nuestro futuro para considerar que lo que hacemos tiene valor. Con el tiempo, he empezado a creer que lo único que importa es si se produce esa gota a gota que deja poso con el paso de los años, el poso que deja más huella en cuanto al trato personal, emocional y social que en lo cognitivo. Incluso en aquellas ocasiones en las que nuestro profesor favorito nos mostraba un universo nuevo e increíble, la parte emocional es la que acaba trabajando dentro de nosotros… no tanto la parte cognitiva.
Y para que eso suceda, creo que nos estamos dejando en el limbo el papel fundamental que las Artes, las «liberal arts» que llaman los americanos y que incluyen todos que los elementos que -curiosamente- la actual ley educativa ha dejado en un segundo plano. Y no contentos con ello, algunas administraciones educativas generan cojos y lamentablemente mal planteados planes para impulsar STEM, arrinconando a las artes para aquellos a los que, según su sesgada e inapropiada opinión, quieran dedicarse únicamente al arte en su futuro laboral.
Aducen los políticos, y muchos de sus subalternos, que serán necesarios en futuro próximo perfiles relacionados con las matemáticas o la ingeniería en dotaciones de decenas de miles. Elucubrar de ese modo el futuro es de necios… nadie sabe como será el futuro, nadie, y ya lo decía Sir Ken Robinson en el 2007 y han pasado más de 10 años y seguimos sin saberlo. Es cierto que los trabajos más mecanizados y de bajo perfil serán ocupados cada vez más por máquinas semi-inteligentes y que incluso la inteligencia artificial se meterá en nuestras vidas de formas que todavía no conocemos. Pero eso no significa que otras ramas del saber no tengan su hueco, es más, el saber ligado a la estética, a la relación del hombre con la máquina, su comunicación, su planteamiento plástico son más necesarios que nunca. Ya lo hacía Kai Krause con sus planteamientos de GUI (Graphical User Interface) más allá de los algoritmos matemáticos que debieran ser usados en sus increíbles paquetes de software de la década de los 90 como los rememorados Metatools o Bryce.
Hace algo más de una semana leía en El País un artículo titulado «¿Qué pinta un filósofo en Google?» cómo los perfiles de profesionales relacionados con la filosofía o la sociología están siendo contratados por empresas tecnológicas que lideran la investigación en el campo de la Inteligencia artificial, aunque no hay que irse a futuribles de ese tipo: lingüistas, sociolólogos y filósofos ya está a siendo reclutados por empresas como Apple, Google o Microsoft para los equipos que desarrollan sus asistentes personales, más conocidos como Siri, Google Assistant o Cortana, en la creación del coche autónomo, robótica avanzada, etc.
Los líderes de una empresa tan innovadora en tecnología como Apple siempre han mantenido como una de sus señas de identidad la importancia que siempre le ha otorgado a las liberal arts como parte esencial de la innovación. Decía Steve Jobs que lo mejor ocurre cuando unes equipos avanzados en ingeniería con aquellos que provienen de estas ramas humanísticas.
Pero no es el único que opina así; En otro artículo de la revista Quartz con el título «Tech firms are forgetting about STEM and focusing on STEAM» se evidencia como las firmas tecnológicas tiran de perfiles relacionados con las artes y las humanidades para sus equipos de desarrollo, como la startup Vidyard que contrata más personas relacionadas con el arte que a aquellas más relacionados con el STEM. Por cierto, el creador de la aclamada serie de videojuegos «Tomb Raider» ha fundado varios centros educativos en el Reino Unido en los que la filosofía de trabajo se basa en STEAM (y eso que proviene del mundo del videojuego). Y sin embargo…
Y sin embargo seguimos en educación dejando que las artes sean mostradas como un ente solitario, tanto hacia sí mismo como hacia el resto de las áreas, cuando las artes plásticas y audiovisuales y las conocidas como humanidades (y también recordando lo que podemos hacer con nuestro cuerpo, por supuesto) debieran estar en el mismísimo centro del proceso de aprendizaje.
Actualización: Leo en El Pais nuevamente que el alumnado del MIT debe dedicar por lo menos el 25% de su tiempo lectivo a áreas creativas como plástica, literatura, historia o música. De igual modo, el propio MIT cuenta con el conocidísimo MediaLAB, un lugar donde investigar sobre diversas formas de generar procesos creativos y comunicar utilizando elementos culturales y tecnológicos. Y hablamos del MIT, uno de los centros de investigación tecnológica más ponentes del mundo universitario.