En este artículo del blog de Jay P. Green “Entendiendo el proyecto de la fundación Gates para la evaluación efectiva del docente» podemos ver hasta donde llegan las intenciones de ciertos agentes externos para manipular la educación alrededor de ciertos elementos falsamente identificados como esenciales.
Existen en la actualidad una mala información sobre el uso de la evaluación como sistema de mejora del sistema. Una evaluación que se define en la consecución de objetivos estandarizados y, sobre todo, de forma externa no es un sistema evaluador que mejore la educación, sobretodo en un sistema educativo que depende de tantas variables como el nivel socioeconómico de las familias, las expectativas de éxito, las aproximaciones metodológicas del profesorado, la inversión económica en el sistema educativo, la formación inicial y continuada…
Parece que, para algunos, el traer evaluaciones externas a lo “auditoría económica” es un elemento esencial para la mejora… y realmente es un sistema de control basado en pruebas externas y estandarizadas. La educación es otra cosa.
La fundación Gates lleva un tiempo haciendo de loobie en ciertos estados de EE.UU. para que se incluyan procesos evaluadores externos a los docentes en vez de mirar los elementos que funcionan en países que consiguen mejoras sustanciales en la educación basándose en el «trust me”, como hacen en Finlandia y que, precisamente, están consiguiendo resultados mucho mejores en el alumnado y en el propio sistema.
Lo que ya raya en lo intolerable son las declaraciones y titulares en medios de comunicación tipo “La fundación Gates ha determinado qué es lo que hace ser un buen profesor» o «hemos identificado qué es lo que hace a un profesor ser efectivo» no sólo por lo irreal del mismo sino por la propia atribución de haber definido los elementos que definen la labor docente como «efectiva» y, además, de convertirse a si mismos como agentes que «pueden decidir» sobre ella y sobre el futuro de la educación.
Como poco, me parece presuntuoso y, como mínimo, falso.
Es necesario evaluar todos los elementos que aparecen en el proceso de enseñanza-aprendizaje, entre ellos al profesorado, pero también al propio sistema, la formación inicial y continua, al sistema burocrático, el sistema de acceso a la función docente, las innovación y a la inversión. Pero hacerlo de forma externa y estandarizada no es, como se puede observar en países que prefieren apostar por la confianza y obtienen mejores resultados, un elemento indispensable.