FEEDBACK
el poder de mejorar y aprender
Dejando a un lado el hecho de que seguimos fijando un porcentaje exorbitado de nuestra evaluación en los exámenes en modo escrito, que el propio sistema promociona para determinar resultados a final de etapa como en secundaria o bachillerato o universidad (tiene poco crédito hablar de recoger evidencias cuando alguien puede decidir solo mediante un examen), me he dado cuenta de que, cuando utilizamos sistemas de revisión entre iguales o incluso aportando feedback por mi mismo, mi alumnado en ocasiones no se encuentra lo suficientemente cómodo en esta fase de revisión tanto si es mía como por sus iguales.
La cuestión es que para realizar evaluación formativa, necesariamente tenemos que observar el proceso de aprendizaje de otro modo. Ese “otro modo” implica que nos acercamos a lo que aprenden consiguiendo evidencias que no tienen una representación numérica, no es un proceso de evaluación sumativo ni cuantitativo. ES formativo, lo que implica que debería ser cualitativo. ¿qué tiene de cualitativo poner una nota aunque esta tenga decimales? ¿qué tiene de cualitativo porcentualizar un criterio?
Uno de los aspectos más interesantes y más difíciles de cambiar en nuestras dinámicas de enseñanza es conseguir otro tipo de evidencias. Y cuando llegamos a estas evidencias, muchos docentes vuelven a cometer el mismo error, querer una evidencia por el hecho de tener que evaluar el producto final como si fuera un examen en el que se valora lo escrito y expuesto y nada más. Las posibilidades van más allá. Una evidencia en vídeo es más que el producto final, es un proceso que tiene diferentes fases, también es un elemento con posibles y diferentes formas de valoración… y eso permite posibles y diferentes formas de recibir retroalimentación.
Tanto cuando realizamos procesos de aprendizaje basado en proyectos como en retos, cuando se acercan a la investigación o a la creación de los bocetos de producto final los niños y niñas están, generalmente, muy enfocados, contentos, diría que excitados. Pero cuando entramos en modo prueba, en la revisión, en el parte feedback… su ánimo baja, incluso llegan a frustrarse.
Yo creo que, en parte, el problema viene porque no creamos suficientes (y ricas) situaciones de aprendizaje desde que son pequeños en las que tengan que exponerse ante los demás. El “qué dirán” es un tema que siempre tiene presencia, somos seres sociales y es muy difícil evitarlo, pero lo que sí podemos hacer es “eliminar” la importancia que genera en ellos… esto significa, trabajar la autoconfianza. Potenciarla no significa que les enseñemos que da igual fracasar, sino que desde los errores se aprende, desde la positivización del error se genera aprendizaje, desde nuestra posición de docentes y también desde la co-evaluación.
En otras ocasiones tiene más que ver con el aburrimiento: retocar elementos, rehacerlos, revisar ortografía y faltas, eliminar cosas, no es un trabajo realmente atractivo (no veo a los docentes saltando de alegría cada vez que tienen que corregir exámenes o trabajos que reciben). Y si el producto es de cierta envergadura puede llegar a aparecer cierta fatiga. Una actividad ciertamente tediosa, para luego llegar (de nuevo) a la siguiente ronda de feedback.
¿Qué podemos hacer para mantener el interés de nuestro alumnado en todo el proceso cuando surgen estas cuestiones en los procesos de feedback entre iguales o por el docente?
Podemos, por ejemplo, cambiar los agrupamientos para que sean distintas las persona que entran a valorar y dar retroalimentación al grupo o a la persona que genera el producto. Verlo con otros ojos, o mejor dicho, recibir feedback de personas diferentes puede hacerles cambiar de actitud a una más abierta. También podemos facilitar los proyectos, desglosándolo en elementos más asequibles que permitan una revisión más sencilla. Si quieres ver más oportunidades de feedback entre iguales visita este enlace con un documento que he creado sobre estrategias de revisión formativa entre iguales.
Pero me parece más interesante desarrollar, desde que son pequeños, la cultura de la critica constructiva, de mentorización y de feedback. Es importante que les aportemos estructuras que van más allá de “me gusta”, “está bien” o de la revisión donde la conexión social con el o la compañera predomina por encima de una crítica que ayude a mejorar. Esto significa que tenemos que utilizar mucho tiempo para desarrollar procesos y estrategias de reflexión sincera y profunda tanto individual como en grupo.
Y, aunque resulta evidente que hablamos de evaluación formativa, no viene mal recordar que en esta parte de la evaluación (sí, ya sabemos que el sistema nos obliga a poner una nota) se espera una retroalimentación que ayude a los niños y niñas a mejorar, y eso no se consigue con la nota, se consigue con palabras que ayuden a ver qué hacen bien y en qué necesitan mejorar. Lo repito en mayúsculas “QUÉ HACEN BIEN Y EN QUÉ DEBEN MEJORAR”. Si conseguimos potenciar este tipo de estrategias desde pequeños, verán con total normalidad y de forma positiva el feedback que les llega.
Para esto, viene muy bien utilizar historias y ejemplos realizados por alumnado anterior, por antiguos alumnos y alumnas que se habían equivocado, que habían mejorado su autoestima justamente por entender este proceso constructivo de feedback.
Del mismo modo, dejar tiempos para hablar de la relaciones que suceden en los grupos, no del trabajo, sino de las personas: design thinking siempre se ha establecido como una metodología centrada en las personas, y con las personas en el centro. Es posiblemente lo mejor que tiene este tipo de enfoque. Y si las personas están en el centro, lo que les sucede, lo que les importa y lo que les duele es igualmente importante y hablarlo, compartirlo, vivirlo en conjunto es, por encima de otras muchas cosas, aprender. Es desarrollar la empatía emocional, la empatía cognitiva siendo conscientes (no solo sintiendo) pero sobretodo aspirando a potenciar la empatía ejecutiva: tomar cartas en el asunto.
Pero, por encima de todo, como dice un amigo mío… “hay que celebrar la evaluación”, celebrar que nos aporten feedback, que nos ayuden a ver cómo mejorar y hacerlo de un modo constructivo. Un simple “Me gusta mucho tu idea, ¿has pensado en…?” “Es una gran propuesta, me encantaría ver qué pasa si…” “¿te importaría si te hago un comentario al concreto sobre esta cuestión…?”.
En algún lugar he oído que “las palabras sí importan”, importan tanto las palabras que decimos como el propio modo de decirlas: nuestro lenguaje no verbal, nuestro contacto de persona a persona, nuestras expectativas, nuestros talentos…. Y eso, también es educar. Y, en ocasiones, los docentes nos olvidamos de que los niños no son diferentes a los adultos en cuanto a las emociones. Incluso los profesionales más experimentados pueden sentir miedo y agobio ante situaciones que no controlan en su propio trabajo, y debemos se conscientes de ello.
Por ello, es esencial entender que la revisión es una parte esencial del proceso creativo. Los mejores productos y proyectos pasan por múltiples revisiones antes de alcanzar su nivel más alto de calidad. No se trata solo de corregir errores, no se trata de evaluar el contenido (que también) sino de encontrar maneras de mejorar tanto lo construido, como las relaciones, como las personas.