Me resulta muy curioso ver a aquellos que son los primeros en criticar a empresas, personas, formaciones y tecnologías con las que no casan y a las que critican por muchos motivos, entre ellos de mercantilismo, pero callan con un sistema educativo (que no de aprendizaje) basado en la simple adquisición de certificaciones. Como dice Sir Ken Robinson, la educación se ha convertido en eso. De hecho, también existe el término de «inflación» referido al mundo educativo para definir cómo ha crecido el gasto económico y de tiempo al que sometemos al alumnado para que adquiera cada vez certificaciones más caras y que conllevan más tiempo de estancia en universidades: primero eran licenciaturas, posteriormente la realización del tercer ciclo y ahora ya jugamos en los famosos máster.
Pero algunos critican, al mismo tiempo que ven con buenos ojos esto, a las empresas que otorgan menciones, badgets o distinciones por las labores que ejercen algunos docentes, normalmente docentes de aula de infantil, primaria o secundaria. Podríamos entrar a discutir si dichas menciones son merecidas o no, pero esa discusión habrá que tenerla igualmente con los master y demás cursos que crecen como setas en nuestra geografía para mantener y aumentar el coste de una formación que, como mucho, solo sirve para certificar… y para reportar buenos dividendos a los departamentos de las universidades que las llevan a cabo. Aunque también cabría decir que muchas universidades y departamentos están con presupuestos realmente ínfimos o buscan cómo mejorar una formación para dotar de más herramientas al alumnado, y eso tiene un coste.
Quiero decir, si criticamos todos los elementos, éstos tendrán elementos cuestionables, parámetros, concreciones, salvedades, etc. pero todos tendrán elementos de valor y, desde luego, de respeto. O así deberían considerarlo aquellos que critican tanto a empresas o a docentes involucrados en formación o en trabajo con plataformas de diverso tipo.
Es posible que algunas menciones no sean merecidas, pero tampoco lo son las certificaciones que consiguen algunos docentes porque, por principio, es la certificación que reparte la administración y que debiera significar que aquello que has aprendido tiene un reflejo en tu labor docente diaria y me temo que en demasiados casos y demasiadas veces no sucede así.
Algunas personas ven con malos ojos que un docente consiga alguna «mención» de cierta plataforma o app con la que establece un vínculo, ha demostrado maestría o ha generado experiencias de aprendizaje en el aula verdaderamente meritorias. Por alguna razón, está mal visto que algunas personas sean Google Certified Teacher, Apple Distinguished Educator, Genial.ly teacher o Touchcast Ambassador…
Sin embargo, yo lo veo como una forma de reconocimiento por facetas que, en demasiadas ocasiones, las administraciones han pasado de puntillas o simplemente no quieren saber nada porque no son SUS plataformas.
Y más aún, algunos son criticados (y muy duramente) por querer ir más allá y generar espacios de reconocimiento y de mejora profesional, normalmente mediante la formación docente, la consultoría o la mentorizacion. Por alguna extraña razón, lo que nos ha tocado vivir como docentes, esa particular relación de vacaciones y trabajo en vives en el aula, TIENE QUE ser lo único a lo que aspirar, como si crecer profesionalmente fuese una acción sucia, un acto indigno.
Normalmente son críticas de personas que nunca han tenido que pagar una nómina, creer en el emprendimiento o vivir como autónomos ni van a entrar a valorar positivamente que otros lo entiendan de otro modo.
Y este panorama me parece muy triste. No todos tenemos el mismo valor como profesionales ni todos dedicamos el mismo tiempo y la misma energía para desarrollarse y para mejorar la práctica docente propia y de los demás. Dejar espacio de crecimiento a aquellos que quieren ir más allá y reconocérselo económica y profesionalmente debería ser un valor en alza y no una crítica destructiva. Deberían ser referentes y no vapuleados. Y desde luego las administraciones e instituciones de las que dependen deberían tenerlos más en cuenta precisamente porque son valores disruptores que marcan, en mucchísimos casos, el camino a seguir, la vanguardia, con una valía que es aún mayor viendo el reto que significa hacerlo a contracorriente.
Comments: 2
Da acuerdo, non todos lo maestros son iguales y esa desigualdad debería reconocerse por parte de los compañeros, de los Equipos Directivos, de la inspección educativa y de los máximos responsables de la administración, con menciones pero porque no también economicamente. El problema es el de siempre y quién lo decide? quién lo evalua?
Eso sería un segundo paso pero primero habría que decirle a las instituciones que lo reconozcan. Pero evaluar deberían evaluar TODO y no sólo la gestión sino también su aplicación en el aula.