Quizás, la resiliencia, es esa signatura que nadie quiere impartir porque, erróneamente, se cree que las personas o bien no la necesitamos o viene incluida de serie al alcanzar la mayoría de edad. En ambos casos es un error de concepto y un problema enorme en nuestro sistema educativo y en lo que entendemos qué es necesario para la vida.

Quizás, la resiliencia, al igual que el emprendimiento, no pueden ser asignaturas de contenido, no pueden tratarse como materiales a estudiar ni cuestiones que se muestran al alumnado como material de estudio como sucede con ofertas como YPD… y no digo más.

Quizás deberíamos replantearnos qué supone más importante en la vida de las personas, incluso a nivel profesional (que parece importar más a organizaciones como la OCDE, empeñadas en mejorar la vida de las personas modificando únicamente el parámetro profesional… craso error). Quizás nos daríamos cuenta de que las personas podríamos vivir con menos conocimientos en logaritmos neperianos o derivadas, o con menos análisis sintáctico-morfológicos o sin saber el sistema de reproducen de las amebas.

Quizás, lo que nos cuesta aprender y lo que sí vamos a necesitar siempre en nuestra vida es un buen dominio de nuestra resiliencia. Y para ello, quizás, deberíamos enfrentarnos a nuestros miedos, a nuestras expectativas, a nuestros fracasos… y aprender levantarse después. Eso, curiosamente, es lo que más valoran las empresas de cazatalentos en el mercado tecnológico: las personas que han caído, fracasado y sacado posteriores reflexiones positivas.

Quizás, deberíamos cambiar de óptica y ser consecuentes con lo que buscamos. Nos daríamos cuenta de que las cosas no son tan terribles.